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Aquellos niños que mienten (y cuanto antes mejor) de mayores llegan más lejos en la vida
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QUIM MONZÓ | 22/05/2010 | Actualizada a las 01:40h | Ciudadanos
Reza el titular: "Un estudio concluye que los niños que saben mentir tienen más probabilidades de prosperar en la vida". Y uno piensa: pues claro. Es evidente que mentir bien exige forzar el cerebro, estructurar estratagemas verosímiles, ser coherente y no patinar. En cambio, decir la verdad no exige más que ser franco.
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El estudio es de la Universidad de Toronto. Han analizado la conducta de mil doscientos niños y jóvenes entre los dos y los diecisiete años, y la conclusión es que aquellos que mienten (y cuanto antes mejor) de mayores llegan más lejos en la vida. Podríamos decir que basta echar un vistazo al panorama político para ver que así es, pero la cosa es más compleja, porque a menudo las mentiras de los políticos se hacen evidentes enseguida, y la mentira, para merecer premio, tiene que ser buena. La conclusión del director del estudio –que aquí recoge Europa Press– es que "los procesos cerebrales necesarios para formular una mentira indican el grado de inteligencia del niño". La nota explica también que "la capacidad de mentir la han mostrado uno de cada cinco niños de dos años. Entre los de cuatro años, nueve de cada diez. A los doce años, la aspiración a mentir registra indicadores máximos" y que "casi todos los niños mienten, lo que es una señal de haber alcanzado un nivel más alto en su desarrollo".
Según Oscar Wilde, el gran paso en el proceso evolutivo de la especie humana lo dio el primer mentiroso, el hombre que, como no se atrevía a salir a cazar, al anochecer explicó a sus colegas cavernícolas que se había enfrentado a un mamut, él solito, y acto seguido pasó a detallar cómo consiguió vencerlo. Según Wilde ese primer mentiroso fue "la base misma de la sociedad civilizada". La cortesía, la educación, la prudencia, la diplomacia... Hace medio siglo, se oían cosas como "un hombre que es incapaz de mentir a una mujer, ¡qué poca consideración tiene por sus sentimientos!". Con lo que ha llovido desde entonces, sustituyamos hombres y mujeres por un genérico y veremos cómo la idea perdura. Sólo los irracionales son capaces de ir por ahí diciendo la verdad y esperando que les salga gratis. La diferencia entre los irracionales y los racionales es precisamente esa: que estos últimos son capaces de fingir, de engañar, y eso demuestra su inteligencia, lo que los distancia de los primeros. En la escuela, de niño me explicaban que los camaleones cambian de color para mimetizarse con el entorno y así camuflarse, pero no hace mucho leí que no es verdad, y que cambian de color a consecuencia de sus estados emocionales. ¡No es que sean hábiles, sino todo lo contrario! Son tan incapaces de mentir, que, sin que puedan evitarlo, su cuerpo entero muda de color según tengan miedo, estén a punto de empezar una pelea o se sientan sexualmente excitados. Qué poca personalidad.
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